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Estático movimiento

LA VISITA
Beatriz García Suarez - Periodista y especialista en arte y crítica de arte por la Univ. Complutense de Madrid1993. Apenas unos años antes, en 1989, la Unión Soviética y el comunismo se habían diluido y Checoslovaquia afrontaba por aquel entonces una pacífica división en dos nuevas naciones, República Checa y Eslovaquia que miraban a occidente. Praga, la bella, la monumental, la aristócrata tenía ante sí el reto de avanzar hacia la modernidad en su papel de capital. Y la arquitectura, concretamente el deconstructivismo, ayudaría a esta transición hacia los nuevos tiempos.

Casa Danzante (Dancing Building)El gran ejemplo de este cambio nace, precisamente, de las ruinas de la vieja Europa, a orillas del río Moldova, sobre un solar que en 1945 dejó en pleno centro de Praga uno de los últimos bombardeos de la Segunda Gue­rra Mundial. El terreno, yermo desde entonces, fue adquirido en 1993 por el Grupo Nationale Netherlanden que apostó, de forma decidida, por romper con las líneas clásicas que imperaban en la capital. Y para ello llamó al canadiense Frank Gehry, flamante Premio Príncipe de Asturias de Bellas Artes, que se asoció al arquitecto checo Vlado Milunic para afrontar el reto de elevar un edificio que, apenas 20 años después, se ha convertido en un icono de la ciudad: la Casa Danzante (Dancing Building).

Erigido como un ho­menaje al movimiento, se inspira en las figu­ras de Ginger Rogers y Fred Astaire, la pareja de bailarines más mí­tica de Hollywood. A partir de tres materia­les básicos -hormigón, acero y cristal-, Gehry y Milunic conciben un edificio compuesto por dos grandes cuerpos.

Superficies cóncavas y convexas, moldu­ras onduladas y ventanas que no siguen una secuencia definida chocan, de pleno, con su entorno: una plaza bordeada por edificios del siglo XVIII y del siglo XIX, barrocos y neoclásicos. Por eso, quizás, las líneas curvas y la asimetría recrean de forma tan convincente el movimiento de la Casa Danzante.

Como icono deconstructivista, este edificio deja aparcado el tradicional sis­tema de trabajo de los arquitectos por el que la forma sigue siempre a la función que va a cumplir el edificio. En este caso, se abandona la línea recta y la simetría desaparece en favor de los ángulos no convencionales. Precisamente su inno­vación, como pasa en otros casos con la arquitectura contemporánea, recibió nu­merosas críticas. Sin embargo, Ginger & Fred, denominativo coloquial con el que se conoce la Casa Danzante, ha conse­guido hacerse un hueco en las agendas de los millones de visitantes que cada año recibe la ciudad.


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