Los medicamentos genéricos, la salud y la economía
La expansión de los medicamentos genéricos por todo el mundo en los últimos 35 años ha sido uno de los fenómenos que más ha contribuido a conseguir precios asequibles y facilitar el acceso a los medicamentos en los países desarrollados y en vías de desarrollo, incluso de las poblaciones menos favorecidas. Los medicamentos genéricos permiten grandes ahorros a los pacientes
individuales, a las aseguradoras privadas de servicios médicos y a los sistemas públicos de salud.
La política que ha favorecido este desarrollo de los medicamentos genéricos se basa en una regulación internacional y nacional adecuada, tanto de las denominaciones comunes internacionales (DCI) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), como de las exigencias de bioequivalencia que permiten la intercambiabilidad de las marcas por los genéricos y de los genéricos entre sí. Esta regulación bifronte permite la transparencia en los mercados y la competencia de precios, dando como resultado niveles de precios asequibles. A esto se añaden las normas que favorecen su rápido acceso al mercado una vez que caducan las patentes, eximiendo de presentar estudios clínicos que serían redundantes.
Las DCI (International Nonpropietary Names – INN, en inglés) fueron creadas en 1950 por el comité de expertos para la unificación de farmacopeas de la OMS. En 1953 se instauran efectivamente como nombres genéricos oficiales de la OMS. Estas denominaciones no son otra cosa que una nomenclatura internacional común para los medicamentos. Con posterioridad, la mayoría de las legislaciones nacionales las han adoptado.
El despliegue de las regulaciones internacionales y nacionales de las DCI tiene cuatro pilares: la propia nomenclatura común internacional creada por la OMS, las DCI/INN; la obligación de los fabricantes de utilizar el nombre genérico en etiquetado
y publicidad; la sustitución por el farmacéutico, o directamente selección por el sistema de salud del genérico más barato frente a la marca más cara; e incentivos, e incluso obligación, para los médicos de prescribir por nombre genérico (prescripción por principio activo).
Las DCI aportan grandes beneficios sociales pues contribuyen en mejoras significativas en la salud pública: facilitan el entendimiento mutuo entre científicos y profesionales sanitarios; facilitan el trabajo de las autoridades reguladoras de salud pública; mejoran la seguridad del paciente y disminuyen los errores médicos.
Desde el punto de vista económico, las DCI son bienes públicos: el coste marginal o adicional de incluir a un consumidor más en su disfrute tiende a cero; el coste marginal de excluir a un consumidor de su disfrute tiende a infinito. Por eso, las empresas privadas no tienen incentivos para crearlas ni utilizarlas. Sólo las pueden crear, mantener y obligar a su utilización entidades públicas financiadas con impuestos e investidas con la autoridad legal necesaria.
El gran beneficio que aportan las DCI o nombres genéricos oficiales es información y transparencia en el mercado, que permite a los agentes decisores por el lado de la demanda (pagadores, médicos, farmacéuticos, pacientes) saber, ante productos de distintos oferentes con la misma DCI, que se enfrentan a productos homogéneos y sustitutivos. Entonces, pueden elegir entre ellos el más barato.
La transparencia abre la puerta a la competencia en precios, característica de los mercados de genéricos, que conduce a niveles de precios asequibles, muy inferiores a los del producto de marca original inicialmente patentado, una vez que la patente ha caducado. Las DCI también generan otros beneficios económicos: externalidades de red: cuanto más se usan mayores son los beneficios para todos; reducen los costes de transacción (Kindleberger, 1986); promueven el comercio; y no dificultan la innovación.
Por tanto, es de la máxima importancia mantener una legislación internacional y nacional apropiada sobre denominaciones comunes para que los medicamentos genéricos se sigan desarrollando en todo el mundo. También las normas sobre condiciones de bioequivalencia y rápido acceso al mercado tienen gran importancia. Todos estos aspectos han cobrado actualidad y nuevos matices con los medicamentos biológicos innovadores, originales y biosimilares.
Artículo escrito en el número de julio de 2016 de la revista “En Genérico” por Félix Lobo, Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Carlos III de Madrid.
Imagen Félix Lobo: www.elglobal.net