Modernismo sanador
LA VISITA
Cerca de la Sagrada Familia de Barcelona se alza una joya arquitectónica distinguida por ser uno de los mayores complejos modernistas del mundo. Conocido como el Recinto Modernista de Sant Pau, iniciado por el arquitecto Lluis Domènech i Montaner (maestro de Antonio Gaudí) y concluido por su hijo, Pere Domènech i Roura, el complejo ha evolucionado hasta convertirse en un centro de conocimiento e innovación.
Los primeros años de actividad del hospital medieval de la Santa Creu (fundado en 1401) sirvieron para convertirlo en el referente sanitario de Barcelona. Al ir ampliando sus funciones a labores de docencia y de acogida de huérfanos, el edificio original empezó a dar muestras de flaqueza por lo que la llegada de dos de los hitos de transformación urbanística de la Ciudad Condal (el Plan Cerdà y El Ensanche), permitió plantear una ampliación del complejo, que comenzó en 1896.
Domènech i Montaner diseñó originariamente un complejo de 48 edificios y pabellones conectados por jardines y túneles subterráneos, aunque finalmente sólo se hicieron 27, dispuestos en una planta con forma de cruz. Las obras de las primeras construcciones comenzaron en 1902; todas diferentes entre sí y cada una dedicada a una especialidad diferente.
Por primera vez se concebía la luz como elemento sanador de los pacientes, por lo que los espacios abiertos y la iluminación natural se hicieron protagonistas en el diseño. Pero no sólo la luz. También sorprende que en medio de una ordenación urbanística tan planificada como la de El Ensanche el conjunto rompa con la cuadrícula proyectada.
Aunque se sospecha que el arquitecto orientó la entrada del centro en un ángulo de 45 grados frente a la Sagrada Familia para rebelarse contra la disposición del plan urbanístico, esa ubicación permitía aprovechar la brisa procedente del mar, lo que beneficiaba la ventilación de los pabellones.
También destaca la decoración de grandes ventanales, variedad de vidrieras y ménsulas y capiteles de piedra de los pabellones de tamaño creciente conforme se alejan de la entrada principal, para mantener la perspectiva.
El ladrillo es el material predominante y rezuma variedad de estilos (góticos, neogóticos, mozárabes o germánicos) y esculturas, entre las que se encontrarían las virtudes teologales de un joven Pablo Gargallo o las pinturas y mosaicos de Francesc Labarta. Un conjunto único que ahora se ofrece al visitante como un centro cultural y de investigación por descubrir.