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Fundación El Alto

¿Quieres ser cooperante? África te necesita

La primera vez que viajé a África Negra quería que fuese para mí algo más que una experiencia solidaria, algo con lo que pudiese ir más allá de los libros y guías de viaje, de las crónicas y de las historias y fotos que tantas veces hemos visto en los medios de comunicación, en muchas ocasiones reflejado además de manera negativa y lacrimógena. Fue por este motivo que contacté con la Fundación El Alto y con su principal impulsor, David Roca Biosca, sin duda un referente en el sector de la cooperación internacional y de las iniciativas humanitarias que se están llevando a cabo desde nuestro país hacia el continente africano.

Mi viaje resultó mucho más que todo lo anterior y a día de hoy puedo decir ya sin duda que es posiblemente lo mejor que he hecho en mi vida: adentrarme en la cruda realidad de Chad y de Etiopía a través de quienes mejor podían conocerla, sus propios habitantes y los cooperantes que viven el día a día con ellos para después contarlo al llegar a España y dar a conocer, a través de las redes sociales y de sus infinitas posibilidades, que África nos necesita.

Hace poco me pidieron en una charla que intentase resumir mi viaje a África en una fotografía, probablemente uno de los retos más complicados a los que me he tenido que enfrentar en mi expediente “viajero”. Decidí hacerlo con lo que pensé que mejor podría ilustrar la esencia de todo lo que significó para mí el corazón de África y de sus habitantes: a través de la mirada de un bebé recién nacido que acompañaba a su madre en la iglesia la mañana del Domingo de Resurrección en el pequeño pueblo de Bebetjia, donde la Fundación El Alto desarrolla su proyecto de construcción y desarrollo de un laboratorio de formulación magistral en el Hospital Saint Joseph, a 600 kilómetros de la capital Yamena y en uno de los entornos rurales más desfavorecidos del país.

ONG Fundación El Alto

Creo que detrás de esta mirada se esconde todo lo que significó para mí este continente, una vez más, una mirada dice más que mil palabras. Y de por qué tomé la decisión de irme a un país, Chad, donde no existe nada más que un desierto, el Sahara, y 11 millones de personas que necesitan la ayuda de cualquiera que decidamos acercarnos. Así fue cómo contacté con la Fundación El Alto, una ONGD con sede central en Vinaroz, en Castellón, y a través de su fundador me zambullí en la zona más desconocida para los occidentales de África Negra, con tan solo 300 visados españoles, un 80% de tasa de analfabetismo y 2.000 pozos de petróleo.

Mi viaje consistió en vivir con los misioneros Combonianos durante casi un mes, quienes me llevaron a través de su gente y de la realidad actual del país: el cuarto más pobre del mundo y el segundo mayor exportador de petróleo en África. Y mi conclusión final, tras mi periplo a través de esta región del globo terrestre se resume en la respuesta que encontré al final del viaje a mi pregunta que me acompañó día y noche durante todo ese tiempo: ¿Qué necesita África de Occidente? Que se le devuelva el respeto que merece.

Dice Kapuscinski, en uno de sus grandes clásicos sobre África, Ébano, que lo primero que llama la atención nada mas llegar aquí es la luz, la claridad, el sol. Las luces del Chad hoy: carreteras asfaltadas, electricidad, ingresos que no se sabe muy bien hacia dónde se destinan. Las sombras: el empobrecimiento extremo, el agua sin potabilidad, la vida en la completa ignorancia del que no tiene más preocupación que la de levantarse al día siguiente y sobrevivir un día más. Son las luces y sombras de Chad en pleno siglo XXI: posiblemente, uno de los lugares donde más feliz he sido en toda mi vida.

Si quieres saber más sobre el proyecto de la Fundación El Alto en el Hospital Saint Joseph de Bebetjia puedes consultar la página web de la Fundación, su página de Facebook y su Twitter @fundelalto.

Doris Casares

Dircom de AESEG


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